¡Y ahora una de cuentos!: Pulgarcita
de Andersen.
Una niña del tamaño de un pulgar –de ahí lo del
nombre- que nace de una semilla, duerme en media nuez, le ofrecen casamiento
sapos, topos y otros bichos, pasa muchas penalidades. Y al final encuentra a un
guapo mozo de su mismo tamaño. ¡Normal!
Pues el Parque de atracciones Tívoli nos propuso
escenificar este ambiente para una de las escenas de un paseo en barquita.
Parecía divertido, pero había que hacerlo en tiempo
record, por lo que eché mano de un equipo de artistas: mi hermano José María,
mi hermano Fali, mi cuñado Antonio y yo mismo.
El siguiente paso fue encontrar un local para usarlo
como taller. Nos prestaron todo un edificio en calle Montalban –junto a Ancha
del Carmen. Y ahí empezó la odisea. El edificio tenía la solera del siglo XIX,
pero llevaba años abandonado, tenía un gran patio con una fuente antigua y
entramos con los bártulos observando con interés el espacio. ¡Lo de mirar los
aleros fue un fallo! Teníamos que haber reparado en el sospechoso tono pardo
del suelo; allí había millones de ocupas. Las pulgas tapizaban literalmente
todo el enorme patio. Corrimos escalera arriba con los perniles moteados de
hambrientos bichitos ávidos de sangre, encontramos una enorme habitación más
desocupada de pulgas, soltamos los trastos y corrimos a comprar zotal en
cantidades industriales. Volvimos convertidos en cazafantasmas, con
atomizadores cargados de zotal para abrirnos paso. ¡Funcionaba! Un pasillo se
abría a nuestro paso. Nos pasamos con el antídoto para las pulgas, pero al
final hasta nos gustaba el intenso olor a veneno.
Empezamos a realizar el encargo. Nos repartimos los
personajes que podían hacerse en casa, y los decorados los haríamos al alimón
en el taller.
Tras unos cuantos bocetos, decidí que Pulgarcita no
debía parecer una niña a pequeña escala, ni parecerse a las muñecas
comerciales, más bien un ser a mitad de camino entre el monigote infantil y lo
humano.
En pocos días estaba
prácticamente lista, a falta de los complementos.
Rubia y pecosa, como esperaría
de ella cualquier nórdico.
Aquí la vemos ya
controlando la mariposa que le hizo mi hermano
Fali…
Se aprecian las
transparencias.
Otro compañero de fatiga
en la historia era el sapo que le ofrece una boda farragosa.
Aquí a punto de
terminarse en mi estudio.
Asomando tras la cama de
mis hijos…
La mariquita , también obra de Fali, sobre la charca con nenúfares. El
resto de los decorados, recortados en contrachapado fenólico, fueron pintados
por el equipo.
Las hojas de nenúfares sobre las que se apoya Pulgarcita y la mariquita fueron
realizadas por mi hermano José María. Y ya aquí se puede apreciar un aspecto más
completo del rincón.
Les gustó el resultado, pero al cabo de un tiempo decidieron que, por
problemas de presupuesto, no seguirían adelante.
Una lástima porque nos divertimos tanto que hasta nos dejábamos picar por
nuestras vecinas las pulgas.