sábado, 31 de agosto de 2013

Empiezan a mostrarse las obsesiones artísticas.

Empiezan a mostrarse las obsesiones artísticas.
                Ya en la Escuela de Arte de Málaga, entonces Escuela de Artes Aplicadas, decidimos un par de compañeros y yo hacer una exposición colectiva. Con Santiago Suso y Manolo Martínez preparé una exposición en la sala de la Sociedad Económica, en la Plaza de la Constitución.  Un acierto elegir esa sala, ya que entran visitantes hasta por error. Está muy bien enclavada y el edificio atrae a forasteros y locales con hipnótico magnetismo.
                No hubo tema monográfico y faltó por tanto esa coherencia que pienso que hubiese facilitado la visita. En cambio, variedad hubo en cantidades ingentes; el tamaño de las salas nos dio campo, y la experimentación fue evidente. La expo fue un éxito de público y ventas.; estaba permanentemente animada, y las críticas fueron muy positivas.
                Ya en esa muestra estaban varios de los temas que habrían de acompañarme hasta hoy: Toros, Nocturnos, Mediterráneo, Finca de la Concepción, Cinética…
                Previamente habíamos conseguido del administrador de la Finca de la Concepción –actual Botánico de Málaga- el que nos permitiera entrar a pintar paisajes. Aún era propiedad de los Echevarrieta, y estaba abandonada y salvaje. Tenía el aspecto de los jardines tan amados por los románticos, con ruinas y maleza. Era complicado andar por la finca y muy difícil encontrar perspectivas amplias; todo era pura selva barroca. En cualquier caso, ese punto salvaje le daba una gracia que ahora ha perdido, sobre todo en las reformas de los estanques y algunos paseos.
                Creo que tengo imágenes de la mayoría de aquellos cuadros, os los comento.
Entre ellos estaba el cuadro Mediterráneo, ya comentado ¿recordáis?, la dama con el abanico en decollage y marco artesanal pseudobarroco.         
                De la finca de La Concepción, de la primera época, había algún óleo y algunos en témpera y acuarela.
                  

Éste fue uno de los primeros, la zona más despejada: el paseo de entrada con sus plátanos orientales. Un cuadro al óleo de aprox. 60 x 50 cms.


                      La zona del huerto y un cerezo. 55 x 50, pintado en témpera sobre cartoncillo gris.


             
         
               Otro boceto en témpera. La zona empieza a complicarse,  y se nota la necesidad de buscar un orden más esquemático.



    
            
             Un banco desvencijado junto al tronco impresionante de una palmera. Témpera de 55 x 50 cms.



         
       
                   Una vista del templete mirador desde el paseo. Un macizo de bouganvilleas invade la vista.
Témpera de 55 x 50 cms.

                  
          Un árbol blanco en la zona de la Casita del jardinero. Acuarela sobre papel de aprox. 35 x 25 cms.




             
                   La Casita del jardinero tras el bosque de bambúes. Acuarela de aprox. 35 x 25 cms.
                  
                   Indudablemente la pintura del natural en ese medio era incómoda, ya que era un ambiente selvático donde si te quedabas un rato sentado te tragaba la vegetación o te comían los bichos. Estuve allí al menos dos años yendo a pintar con asiduidad y disfrutaba de aquello como de un paraíso. Por entonces los pájaros aún cantaban hasta marear (luego han construido la autovía y han ahuyentado a buena parte de su población con el ruido de los coches).
                  Estando por allí pintando vino un día el administrador, que vivía en el edificio que hoy es taller escuela, para ver si le podíamos salvar la vida (casi literalmente); en la enorme buhardilla del cortijo tenía almacenados los cuadros de la familia y una rata había pasado a través de dos de ellos, comiéndose el lienzo y dejando un enorme agujero coincidente en ambos. Me ofrecí a restaurarlos y comprobé el enorme valor de esos cuadros; uno era un paisaje muy bueno a la manera de Cezanne, posiblemente de un discípulo de la época, y al otro pudimos ponerle nombre y apellidos, ya que Santiago Suso vivió mucho tiempo en Bilbao y sabía de ese pintor del siglo XVIII. Era una cabalgata con multitud de personajes. El caso es que el hombre descansó al ver el resultado de la restauración y me agradeció infinito el salvarle el pellejo; me dijo que podía entrar por la Finca como si fuese mi casa. Y así lo hicimos durante esa magnífica temporada en que fuimos a pintar allí.


jueves, 29 de agosto de 2013

Las fallas en Málaga.


Las fallas en Málaga.
                Tengo recuerdos de niño con mucho arte. Ya os conté lo de pasar las horas muertas observando trabajar a mi padre. Pero es que él procuraba que su arte se convirtiera en magia para nosotros; hacía unos tarjetones con las imágenes de los reyes magos que ponía junto a los regalos. Forraba una habitación con sábanas blancas sobre los muebles, organizaba los regalos de los tres -mi hermano Fali aún no había nacido- y junto a cada grupito el rey que nos regalaba; el mío era Baltasar. Debe ser por eso que nunca he podido ser racista.
                Si se me caía un diente, se guardaba bajo la almohada. Al día siguiente el ratoncito Pérez, muy nuestro, lo había cambiado por un tarjetón con su imagen a todo color y tres moneditas sujetas con elásticos junto al retrato – debía ser de la familia de Mickey, porque se le parecía, pero de la rama hispana por lo de Pérez-.
                Pero lo que recuerdo con más nitidez es uno de los montajes que hizo para San Juan; un júa (judas si en vez de “qué malanhe tiene el chavó, dices “qué mal angel tiene el chaval) que causó sensación.
La silueta de detrás pretende dar una idea del tamaño que recuerdo. Aunque, desde la perspectiva del enano que yo era entonces puede ser una apreciación errónea. La imagen es un fotomontaje basado en un recuerdo remoto y no me responsabilizo de las diferencias. (Nota del redactor).
El caso es que el acontecimiento, en el barrio de Ciudad Jardín de Málaga, debió ser sonado. A mí me dejó un recuerdo imborrable, y por ello he tratado de recrearlo con mis hijos.



Veintitantos años después de aquellas experiencias infantiles, aprovechando que en la urbanización donde vivimos hay un espacio donde se podía hacer una candelita, decidí sorprender a mis vecinos realizando el primer júa a tamaño natural.

No tengo fotos de todos los años que realicé el júa, pero éste fue de los primeros:


                    Gárgamel el malvado cazador de pitufos con su ayudante Asrael -creo que se llamaba.
Aquí están en mi estudio, antes de hacer el fabuloso automóvil parecido al clásico “Biscúter” en el   que viajarían a la hoguera.


                               Mis hijos también les cogían cariño… Los habían visto crecer.


                    Kika tampoco se resiste a posar con los perversos personajes.


                   Amigables porque no sabían la que les esperaba.


                              Alicia se pierde a su lado, pero era feliz con sus enormes juguetes.



                      Estrenando coche, ya subido a la enorme pira. En el saco se supone que van los pitufos capturados.



                    Mi hermano Fali deseando meterle fuego ya. Alguna vez la hemos prendido como los indios, con flechas incendiarias. (Siempre hemos sido un tanto salvajes).




                        Los vecinos se lamentan de que se pierda tanto trabajo, pero el recuerdo permanece. (Y aún retumban en los oídos los petardos que le metíamos dentro, no voy a dar la receta de cómo los hacíamos caseros, para no dar ideas a otros desaprensivos como nosotros).. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

Las exposiciones temáticas.

Las exposiciones temáticas.
                Son parecidas a los parques temáticos, aunque quizás algo menos divertidas. Se me ocurrió que fuese así la que hicimos varios compañeros de la Escuela Superior para unificar los estilos radicalmente diversos que nos caracterizaban, y que aquello no se convirtiera en un potpurrí. La expo creo que fue idea de Antonio Redondo, aprovechando que su hermano tocaba con su cuarteto de cuerdas en Cambrils (Tarragona), le pidió que hiciera gestiones en una galería de aquel pueblecito mediterráneo. Y allí fuimos varios compañeros con nuestros cuadros. Sugerí el tema de El papel, y así la denominamos. Todo debía versar sobre ese aliado al que tanto cariño tenemos.
                Un grupito interesante de artistas entre los que estaban Antonio Redondo, Félix de Cárdenas, Paloma Benítez, Antonio Gómez, Virginia Lasheras… y yo mismo. Quedó variada, pero el tema la mantuvo dentro de un orden. Tuvo una asistencia discreta (no se puede pedir mucho más tratándose de un evento artístico), y la experiencia fue muy positiva, ya que vendí uno de mis cuadros a un coleccionista alemán.
                Ya había descubierto que mi imaginación se despertaba cuando rondaba algún tiempo una línea temática, sacándole punta. Luego vendrían muchas exposiciones monográficas.
                Ya entonces había descubierto que me aburría soberanamente hacer más de lo mismo  -lo que algunos llaman el estilo inconfundible de un artista, y yo considero una cómoda copia de sí mismo- así que decidí que lo mío sería pura investigación, sólo cohesionado con la línea estilística de mis limitaciones y mis más íntimos traumas y perversiones. ¡Me pareció un magnífico propósito!.
                ¿Qué decir del papel? Pues en principio PA y PEL. ¡Qué fácil!
Pues sí; el texto. La palabra. El Verbo. Un recortable en papel cuadriculado –propio del diseño- con el texto dividido en sílabas y dos formatos de letra, sobre un cielo azul. Acrílico sobre lienzo de 59 x 50 centímetros.

                           
                Cuarto y mitad de abstracción y cuarto y mitad de trampantojo.
                Ahora convenía plantearse el tema desde un aspecto diametralmente opuesto. Así me resultaba más divertido. ¡Y se trata de eso!
                                      

Un puntito de cubismo con trampantojo (en este caso la simulación del periódico enrollado y parte de la puntilla), collage (la otra mitad de la puntilla, y poesía: bautizado como “Amanecer de puntilla”. Acrílico sobre lienzo y collage, 75 x 55 cms.
Una acuarela figurativa con collage abstracto. Refleja el concepto poético de miedo.



Otra acuarela de toque hiperealista, pero con cierto regusto de realismo sucio (es una papelera cutre que usaba en el estudio).


U otro cuadro más poético: “Nube caída”.


En este bocetito se descubre que la idea era una nube de papel de periódico caída en el césped.
Con el punto de realismo mágico  y trampantojo quedo así:


El trampantojo funciona a dos niveles; en las nubes del cielo, y en la nube caída, que realmente es un papel real, pero un periódico simulado. De nuevo collage unido al trompe-l’oeil , juego de diferentes engaños, aunque no menos que la simulación de volumen en dibujo. Acrílico sobre lienzo, de 55 x 46 cms.
Está claro que ya me apetecía entonces la escultopintura, y la última obra que expuse en esta colectiva fué esta de bulto redondo.


“Bodegón de fumador”, imaginería policromada en metal, madera, césped artificial y pintura acrílica, que surgió a partir de la imagen que recuerdas de un fumador al acabar el paquete de cigarrillos; una pajarita de papel de orillo, el precinto y una cerilla sobre la hierba.

Aprox. 50 x 50 x 50, en técnica mixta.  Desde la perspectiva que da el tiempo, y la persecución exacerbada que contra los fumadores desarrolla el Komité Antitabaco, hoy podría entenderse como una provocación intolerable. No sé si debí haberlo firmado.

martes, 27 de agosto de 2013

Al fin terminé el ejército!


¡Al fin terminé el ejército!
                No me refería a la mili,  sino al ajedrez, pero, pensándolo bien, no me resisto a hablar de la mili como era obligado entre los varones en otro tiempo. ¡Qué tiempos aquellos! De pesadilla para muchos, quiero decir.
Pero no para mí, felizmente, ya que mi estancia entre militares fue bastante sui generis.  Y es que, si tardé dos años en terminar el ajedrez, aún más me duró el servicio militar, ya que fueron tres años liado con los dichosos campamentos de milicia universitaria.  
En cualquier caso tiene que ver con el tema de este blog, ya que  llegados el primer día a la compañía el capitán pregunta por los tres de Bellas Artes: Alfonso Peñarrubia, Juan Suárez y yo, los tres amigos de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, y nos encarga un enorme cuadro para decorar la cabecera del dormitorio –tres metros y pico por uno setenta creo-. Debe ser una Inmaculada Concepción, patrona del ejército de tierra, protegiendo a los soldados de un campo de batalla. ¡Gulp! Nos releva de todo servicio y sólo tenemos que pintar. Nos miramos y alucinamos.
Al día siguiente bajamos a Córdoba –estábamos en Cerro Muriano- a comprar los materiales, el lienzo, etc.  Nos establecimos en una gran sala donde cabía el cuadro holgadamente y nos rodeamos de los preciosos materiales a los que tan acostumbrado estábamos. El cuadro apoyado en el suelo, cogiendo todo un testero, y tras el cuadro una botella con un extraño aguarrás, ya que no era amarillento como suele, sino cristalino y con olor a ginebra (de hecho se dejaba mezclar bien con la coca cola). Así provistos, nos repartimos el trabajo; yo haría la virgen, dominando todo el cuadro con sus brazos abiertos, Alfonso el paisaje que se le daba de maravilla, y Juan los tanques y esas historias guerreras.
Si os digo que el período había de ser de dos meses y medio de ese verano, ¿cuánto pensáis que te puede llevar pintar un cuadro como ese? Lo habéis acertado. ¡Dos meses y tres semanas!. Pura coincidencia…
El segundo período, el año siguiente, tocaba la EATI, Escuela de Infantería de Toledo. De nuevo dispuesto a sufrir, ¡pero nada, oye! El Teniente Coronel estaba al tanto de lo buen estratega que yo era, y me encarga otra Inmaculada un poco más pequeña para su casa. De nuevo me liberaron de buena parte de aquellas historias para dedicarme a la pintura. Quedó encantado el hombre, y yo también.
Tercer período, ya como Alférez, en Ronda. Eso estaba chupado, porque un oficial hace bien poco, y menos en un cuartel al que iban militares con poquísima afición, a punto de jubilarse, pero de nuevo me ocurrió; coincidía con que el capitán de mi compañía se había encargado ese año de la caseta de feria del  ejército, y, ¿a quién pensáis que delegó su encargo? Pues heme ahí decorando una caseta de feria en mi tercer período de mili. Me da vergüenza reconocerlo, pero creo que por eso no me convertí en hombre. Tengo una foto insólita: en pantalón vaquero, por la calle camino de la feria, con una compañía formada detrás.
Incluso pienso que contribuí a democratizar el ejército; fue el primer año que oficiales y suboficiales compartieron caseta sin estar separados por una alta tapia. Sólo una carreta y unas hojas de palma los separaban (fue el máximo que conseguí, pero  ya era un triunfo, creedme).
¿Se puede ser pacifista y jugar al ajedrez? Espero que sí.
Quedan ocho piezas por mostraros; las torres y los reyes. En las primeras es donde más se nota aquel tema que os decía de románico español contra gótico alemán. Las torres españolas son edificios inspirados en el  románico de influencia mozárabe (aproximadamente ya que son de creación propia).


                            


                     Esta es otra:





             Son sobrios y toscos, iba a decir como los españoles, pero no quedan ya españoles así, ahora somos más bien sofisticados y frágiles.

En cambio las torres alemanas son mucho más delicadas y minuciosas; con filigranas y pináculos propios del gótico ya casi flamígero.
Helas aquí:





Y esta otra:




Tampoco la gracilidad se refleja en los alemanes, si no, observad a su dirigente.
Y en la monarquía también comprobamos las notables diferencias entre un pueblo y otro. En el bando español contemplamos a un rey bajito pero seguro y satisfecho,




…no hay más que ver su pareja para entender por qué:






En el bando alemán vemos en cambio a un rey cabizbajo y triste.





           También se comprende en este caso al ver a su pareja la reina:





¿Un tópico? No. ¡Qué va! De nuevo observad a su dirigente. (El parecido es razonable y la hice cuando aún la Merkel no había entrado en política).
Luego había que hacer el tablero. Aproximadamente 70 x 70 centímetros, casillas blancas de latón pulido y negras de marmolina negra.



Y también la caja a la medida:



Dos vistas del artefacto montado y dispuesto:



Listo pues...


lunes, 26 de agosto de 2013

Disegno chapuza.

Disegno chapuza.
                ¿Diseñas o trabajas? Se dice actualmente, cansados de tanto producto fashion. Pero en mi caso iba abocado al diseño, puesto que mi interés en estudiar Bellas Artes iba parejo a mi familiaridad con la Escuela de Artes y Oficios (o Artes Aplicadas) a la que mi padre había dedicado su vida, y desde 1963 los estudios de la Escuela eran en un noventa por ciento especialidades de diseño. Así era inevitable que me interesara también por el “diseño del producto”, lo que por otro lado sonaba bien, sólo que con ese toque artesanal o torpe si se quiere que da el carácter de lo imperfecto. Un estilo de diseño fashion –rústico, que sería el equivalente del estilo bricolaje chapuza, pero en diseño. Pura coherencia.
                Se empieza por pequeños artefactos útiles, como una sillita para mi hija Alicia. Para ello la madera es ideal, bueno, para casi todo.

                                  

                O un huevero para la cocina, en el que además de huevos puede asentar sus posaderas el mismísimo Humpty Dumpty del cuento de Alicia, no es casual que mi hija se llame también así.

                                    
     
                La aparición del personaje del cuento dio lugar a toda una serie de huevos en las circunstancias más variadas.

  


                Si se necesitan muebles, bien está aceptar la sugerencia del amigo Rietveld, lo más parecido a una escultura para sentarse que conocía cuando realicé una copia artesanal. De nuevo madera y una capa de esmalte.

                                      
                U otra opción, de diseño propio, pero igualmente estructurada y algo más funcional. Con suficiente versatilidad como para soportar el desorden del cuarto de los locos bajitos  y prestarles un poco de orden. ¿Recordáis? Orden y caos.




O este cabecero grabado a fuego con motivo un tanto esotérico. No os preocupéis, no soy judeo –masónico (aunque no me disgustaría).
        


O tan funcional y descarnada como esta lamparita dicroica.  Pura esencia y libre de todo artificio. ( todo lo contrario de lo fashion).
                                  


            O tan historiado como este caballete, que diseñé y realizó mi hermano Fali, en su etapa de ebanista, después de la de electricista, antes de la de cerrajero, o la de técnico en calentadores, antes aún de la de técnico en video cajeros, y mucho antes de la de… En fin, en una de sus polifacéticas etapas.
                Ha servido de soporte a un buen montón de cuadros, cumpliendo su función de maravilla, gracias a su solidez y capacidad de balamceo.
     

                Una tabla de surfing playa para Pablo, ¿recordáis? mi hijo el mayorcillo.
              


                …Un banco para la terraza acompañado por unos maceteros  de trencadis, un tanto demasiado gaudianos.


¡Más bricolaje!