Toros en la noche.
En los cuadros grandes de la expo en La Económica aparecen ya varios de los
temas más queridos: toros, nocturnos, mediterráneo, alguna introducción al
gótico… Van surgiendo sin yo notarlo, depende del estado de ánimo supongo.
Frente a cuadros dramáticos y coloristas –toros-
se dan otros mucho más relajados como los paisajes
o mediterráneos, y también aparecen
algunos nocturnos con tonos más
grises, pero no melancólicos.
De ellos ya os he mostrado el Mediterráneo con la dama del abanico, ¿recordáis? La del abanico y
vestida de mantilla, con Málaga al fondo.
Pues bien, cambiando de tema, como es mi costumbre,
pasamos a un tema nada frecuente entonces; el rugby. Me interesaba la sensación
de fortaleza del rugby americano contrastada con el tema del papel, que era el tema de la expo
anterior –usualmente arrastro los temas de exposiciones anteriores en las
siguientes-.
Un jugador en plano americano, ocupando todo el cuadro, e incluso
saliéndose de él; la hombrera sobresale del rectángulo y el casco está en
relieve. Tiene dos elementos muy dispares en collage: el protector del casco
(una jabonera de acero) y el balón (dibujado en una hoja de bloc por aquello
del contraste humorístico de fuerzas entre la figura y el ligero papel).
Mide un metro por ochenta y un centímetros –sin contar el hombro saliente-
y está pintado sobre madera con acrílicos y temple a la cola (los
procedimientos más usuales en mis cuadros).
El gesto dinámico de la pincelada trata de acentuar el dinamismo del tema,
y la figura carga hacia el lado opuesto a la lectura como si nos esquivara. El
contraste entre la complejidad de tratamiento del cuadro y la simplicidad del
papel, así como la posición de éste, resaltan la importancia del balón como
absurdo.
De nuevo un dribling y me voy al
extremo opuesto; surge el primer nocturno. Con tema de movida juvenil. Las
relaciones humanas de noche. Muy sugerente este tema que luego se acentuaría
hacia un carácter más erótico: la serie “Después…”.
Tres jóvenes charlan a la entrada a una disco. Al fondo, en contraluz, un
garabato con barras de color dibuja la silueta de una pareja. Un tema simple
urbano. El tamaño, la gama de color, y la luz le dan el atractivo cuando nos
acercamos a él. El tratamiento de la forma y la pincelada empieza a ser
bastante expresionista.
Un cuadro grande, 188 x 150 cms. Sobre madera. Un marco rudo, de madera de
embalaje, en negro lo completa.
Un cambio de tercio –nunca mejor dicho- y me apetece una de toros; extraño
porque nunca me había planteado el tema. Me gusta destacar no tanto la fiesta,
que maldita la gracia que tiene la muerte, sino el absurdo dramatismo que
conlleva la tal fiesta. Luz y colorido adornando la muerte, el absurdo está
servido. El humor sigue presente.
La primera idea fue esta:
Que se fue concretando en algo muy parecido, sólo que de casi cuatro metros
cuadrados de tamaño:
Así era “La mala tarde” cuando se
expuso. Un cuadro grande, de 181 x 181 cms, pintado en temple a la cola,
collage y movimiento. Formado por cuatro piezas independientes de 100 x 81 cms.
organizadas en espiral. En él se destaca el final desastroso de una corrida; el
torero, junto a un manager con pinta de facineroso huye del público cabreado.
En el recorte de la ventanilla, la cabeza del torero se esconde –tierra trágame
–con un sonido de aleteo, tras tirarse de una cuerda que el público mismo accionaba.
…Y así quedó resumido después. Cogí el momento
pregnante, la pieza clave, y deseché las otras por no aportar gran cosa al
cuadro.
Por último le puse un marco de corte taurino, una combinación de burladero
y cuernos. (La flecha roja de abajo indica que podemos accionar el mecanismo).
…Que no es visible, pero que sería motivo de escarnio:
Un elemental juguete infantil da vida a la vergüenza torera.